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94 DÍA 19 mensajero celestial, hizo saber a José y a Ma– ría el gran peligro en que estaba puesta la vida del divino Infante. Esto es lo que constituye el segundo do– lor de la Virgen. La noticia, cierta, pero imprecisa, del riesgo en que vive Jesús. He– rodes lo busca para matarlo; es una decisión tomada con toda la mala voluntad de que es capaz su espíritu codicioso. ¿Dónde llegan ya sus medidas? ¿Habrán entrado sus emi– sarios en la ciudad? ¿Estarán a la puerta de casa esperando la salida? ¿Acaso se han apostado en los caminos y en acecho para sorprender a los fugitivos? Toda esta serie de conjeturas, y mil más que se dejan supo– ner, destrozan el corazón de la Virgen Ma– dre, que no respira -hasta pisar tierra de Egipto. En todo este trance tan amargo, María no perdió un sólo instante la sere– nidad de su espíritu, y su constante ocupa– ción fué repetir a cada momento actos de conformidad y aceptación de la divina vo– luntad. Meditemos brevemente el dolor de la Virgen fugitiva, y pidamos la gracia que deseemos conseguir. Para mejor obtenerla, le dirigiremos las siguien– tes deprecaciones y Avemarías, como en la pág. 1 6.
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