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CON FLORES A MARÍA 91 hijo para con su madre y de una madre para con su hijo. Desde bien niño, se observó en él esta tierna devoción a María, y, para mejor servirla, pensó pronto en el estado religioso. Los años iban pasando y una gracia ex– traordinaria de la Virgen le hizo resolverse completamente a realizar su propósito. Es– taba en el campo, y fuera por un descuido o providencialmente, es el caso que arado y bueyes pasaron por encima de su cuerpe– cillo, el cual, a pesar de los pisotones y mal trato no sufrió mayor daño. Entonces se hizo esta reflexión: "Puedo decir que Dios me ha dado dos veces la vida; razón es que sea suya más que mía", y solicitó el hábito religioso. El Superior le hizo ver cuánta era la aus– teridad y penitencia de la Orden capuchi– na, a la que él aspiraba; pero Félix, puesta su confianza en Jesús y en el auxilio de la dulce Madre María, no se acobardó; al con– trario, su deseo se avivaba más y más, por por lo que fué recibido gozosamente. Su vida fué un prodigio de sencillez y de amor. Decía él que sólo había seis letras, cinco rojas y una blanca. Las rojas eran las llagas de Jesús, y la blanca, la pureza de María.
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