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82 DÍA 16 El sí que la amaba de verdad. Su primer cuidado fué imitarla en la virtud de la pure– za, cosa en que se distinguió de una manera especial; en las conversaciones no sabía ha– blar si no era de ella, y lo hacía con tal gusto y cariño, que entusiasmaba a cuantos le escuchaban. Además, en todo tiempo lle– vaba, en su pecho, una imagen de la Virgen, a la que veneraba de modo extraordinario, y siempre que alguien quería que se la ense– ñase, le hacía antes arrodillarse y rezar el Avemaría, en señal de reverencia, exigiéndo– selo así incluso al señor Obispo. Todo lepa– recía poco por la Virgen, y será un testimo– nio perenne de su devoción el culto que pro– curó dar a una Virgencita que encontró abandonada y sola, y que desde entonces co– menzó a venerar la comunidad, bajo el título de Nuestra Señora de la Pobreza. El le arregló una capillita , pasaba horas enteras ante ella, la visitaba todos los días y hacía que la obsequiasen los demás reli– giosos. Prometió también que haría cuanto se le dijese por amor a la Virgen, y en cuan– to alguien le pedía un hábito, o cuerda , u otra cosa por amor a Ella, sí no tenía más prendas a mano, se quitaba su cuerda y la daba en obsequio a Nuestra Señora. Para recompensar el amor de su siervo,
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