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CON FLORES A MARÍA 67 que, hablando de María, ni siquiera quere– mos plantear la cuestión, como dice San Agustín, ella misma se sometió_. volunta– riamente, a todo, incluso a la ley de la muerte. María murió a imitación de su divino Hijo. _ Después de subi'r Jesús al Cielo, la Virgen Santísima quedó en la tierra como Madre amante de los cristianos y vigilante Pas– tora del rebaño naciente de su Hijo. Ella, pues, sostenía todo el peso de la recién fun– dada Iglesia. A ella acudían los apóstoles: quién para resolver sus dudas; quién, para animarse en sus defallecimientos; quién, para obtener por medio de sus valiosas ora– ciones las gracias de que tenía necesidad. A todo atendía generosamente la Virgen; pero llegó un día en que Dios, dando por terminados sus trabajos, quería recompen– sárselos, llevándola a gozar de Sí. Sucedió esto con toda la solemnidad que podemos imaginar. Según sentir de algunos padres, el Ar– cángel San Gabriel volvió a visitarla, con el fin de anunciarle el próximo dichoso tránsito, al que se podía ya preparar. V arios au tores creen que Dios se lo co– municó de antemano a los apóstoles y dis-
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