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CON FLORES A MARÍA La Virgen Santísima, conocedora de esto, en toda su vida no tuvo otra aspira– ción que la de ser de Dios, y serlo total– mente. Mente y corazón, sentidos y poten– cias, todo lo dedicaba al Señor. "La Virgen María - escribe San Juan Damasceno - tenía su mente alejada de todas las cosas de la tierra, para no pensar más que en .cuál sería el mejor modo de conseguir la santidad. Entregada de esta suerte a .la práctica de la virtud, llegó en tan poco tiempo a tan alta perfección, que mereció ser digno santuario de la divini– dad. " La vida que hacía en el Santo Templo, la resume el devoto San Anselmo en estas palabras: "La Virgen era dócil y sumisa, sobria en las palabras, admirable en su ex– terior compostura, sin reírse ni turbarse ja– más. Se daba con asiduidad a la oración, a la lección de las Sagradas Escrituras, a los ayunos y a todas las obras de virtud." San Jerónimo nos da un horario, con to– dos los pormenores, y se ve que no había un segundo del día en que María, de una forma o de otra, no estuviera empleada en Dios. ¡Feliz existencia! Así pudo llegar nues– tra Madre a una santidad tan elevada.

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