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CON FLORES A MARÍA tores de la Iglesia que, en el mismo instan– te de su concepción, recibió dé Dios uso pleno y perfecto de su razón, y María, re– conocida al Señor por un favor tan sin– gular, se ofreció en aquel preciso momento a El, a fin de corresponder dignamente a quien espléndido se mostraba con Ella. Pero María se abrasaba en deseos de ha– cernos todo el bien posible, y quería apro– vechar todo aquello que pudiera ceder en nuestro buen ejemplo y enseñanza; por eso, al llegar a la edad de tres años, se dirige so– lícita al Templo, y, por medio de una ce– remonia externa, renueva su ofrecimiento a Dios. A partir de esta fecha, todo mortal, sea niño o persona mayor, encontrará un estí – mulo para cumplir sus deberes religiosos en el ejemplo de aquella tiernecita Niña, que tan pronto, tan espontánea y genero– samente, consagra su ser a nuestro Dios y Señor. Meditemos un instante en la gran lección que nos da la Niña María con su Presen– tación en el Templo, y pidamos la gracia que deseemos conseguir. Para mejor obtenerla, le dirigiremos las siguien– tes deprecaciones y AvemárÍás, como en la pág. 16.

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