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CON FLORES A MARÍA 25 rada, y la dulce niña, con su candorosa son– risa, devolvió la alegría a la entristecida casa. Sin embargo, ¡ qué ingratos somos los hombres! Con las alegrías de la curación, se olvidaron las recientes pasadas penas. y cayeron también en el olvido las prome– sas hechas a la Virgen. La Madre Celestial volvió a hacer otra llamada a aquellos corazones, enviando · nueva enfermedad a la hija del opulento comerciante. Esta vez, la pena del nuevo peligro de müerte, les hizo más cautos, y, al reflexio– nar que la recaída pudo deberse a no haber cumplido su voto, ratificaron la promesa antigua , y, para mejor desagraviar a la ofendida Madre, determinaron tomar ellos, juntamente cort la niña, el santo escapula– rio. Y la amorosa Reina, siempre condes– cendiente, les concedió de nuevo la salud de la hija. Ellos,· a la vez que obligados, quedaron para siempre agradecidos, y se dis– pusieron a cumplir su promesa. Oración final , etc. , como todos los días, pág . 19. Consagración diaria a la Virgen , pág . 20.

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