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NOVENA A LA. INMACULADA CONCEPCIÓN J6\) El día 8 de diciembr~ d e 1854, como bien sabemos, el mundo católico vibró de entusiasmo religioso ante el acontecimitnto de p~·oclamar Pío IX como Dogma de Fe la Concepción Inmaculada. de· María. Un hecho tan tras– cendental había de dejar recuerdo imperecedero, y se con– vino en que se erigiera un monumento conmemorativo de tan solemne fecha. Ahora bien : ¿ dónde se emplaza– ría dicho monumento? Era fácil d ecidir. Mirando las cosas desapasionadamente, había una plaza en Roma que tenía perfecto derecho a ello. ¿ No era España la nación concepcionista por excelencia? Sus actos, su cien– cia, su ejército, ¿ no tenían todos un sello inconfundible de Inmaculada? Pues nada más había que decir; alli se levantaría el monumento, y allí se levantó en la plaza de España. El cristiano de cualquier parte del globo, que venga a Roma, en la cnpital del mundo católico encon– t1;ará dos cosas unidas perpetuamente: la Inmaculada y España. Consagración y oración f inal, etc., como el día primero.
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