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NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN Hi7 EJEMPLO: LOS GUERREROS ESPAl'l'OLES La Inmaculada es tan de España, que a ella se han consagrado, no sólo el talento de sus sabios, Ja elocuen– cia de sus oradores y la pluma de sus escritores, sino también hasta la espada de sus soldados. La Inmaculada se hizo saludo en el pueblo español, que plasmó el dogma en esta fórmula de cortei'-ia: «Ave, María Purísima»; «Sin pecado concebida». Pues este Avemaría se hizo glorioso en las guerras de Granada. Tomamos el episodio de un autor extranjero: «Entre los moros había un caballero, llamado Yarfe, de gigantesca estatura, valor temerario y fuerza colosal. Un día llegó a caballo hasta el campamento cristiano e, izándose sobre los estribos, disparó una jabalina con– tra el cuartel real. El proyectil cayó a unos pies sola– mente de la tienda de J.. Reina, y en él había una nota insultante, destinada «a la Reina de Castilla». »Hernando Pérez del Pulgar-no el secretario de la Reina, sino otro, conocido con el sobrenombre de «el de las hazañas»-juró vengarse. Aquella noche, con quin– ce compañeros escogidos, fué hasta una pequeña puerta de la muralla de Granada, donde sólo había unos cuan– tos guardias de a pie. Hernando se deslizó por las calles de la durmiente ciudad. Y frente a la mezquita principal desmontó y se arrodilló para rezar una oración a la Virgen, clavando en la puerta. con su daga, un cartel, que decía : «A ve, María.» »Huyeron al punto, pero sólo después de cruda lucha pudieron regresar al campamento cristiano, eso sí, sin perder un hombre. Yarfe no era cobarde, por lo que, airado, ató el letrero a la cola. de su caballo y lo pasó arrastrando, como afrenta, a ojos de los cristianos. Un grito de indignación salió del pecho de los nuestros. Uno de ellos, Garcilaso de la Vega, pidió permiso al Rey para vengar tal ultraje a María. Monta a caballo y tiene un durísimo encuentro con el gigantesco moro. Hubo un momento en que todo parecía perdido para el cristiano. La Reina no cesaba de rezar, cuando he aquí que Garci– laso triunfó del peligro hundiendo su espada en el moro, y rescatando el cartel, que trajo victoriosamente en su misma espada en alto, al campo cristiano.» Consagración y oración j'inal, etc., como el día primero.

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