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NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCiÓN lti,1 busca de algo más ·que consagrar, y, dándose cuenta de que vive y de que ama, especifica la entrega de estas dos grandes funciones, como si no se hubiera consagra– do ya. De suerte que la repetición o entrega detallada de lo que ya se había dado es una nota más de esa vo– luntad espléndida y generosa con que se quiere poner al servicio de una Princesa que la tiene prendada y a quien ama locamente. ¡ Quién tuviera. ese mismo encendido y tierno amor a María! ¡ Quién sintiera esos arrebatos y vehemencias en su devoción! Imitemos a esas almas, sus ardientes enamoradas, y, como gracia especial de esta santa novena, pidámosle ese tan profundo y sincero amor, que no pára hasta la entrega, hasta la inmolación de sí misma, hasta el tremendo sacrificio. Meditemos brevemente y pidamos la gracia que desea~ mas conseguir. Para mejor obtenerla le dirigiremos las siguientes de– precaciones y Avemarías (como el día primero). EJEMPLO: SAN JUAN DAMASCENO Era el Damasceno uno de esos hombres tan geniales, que por sí solos llenan una época. En la ciencia fué un teólogo comparable con los mayores que tiene la Iglesia ; en las letras, un genial escritor; en los himnos, un can– tor celestial; en la elocuencia, un «río de oro», como le llamaron sus contemporáneos; y Pn la vil:tud, un san– to. El traerle a colació:1 este día se d ebe a la gran de– voción con que veneró a la Virgen Santísima y lo que trabajó por su gloria. La Inmaculada era objeto de sus cánticos, lugar de su refugio en los peligros y su salva– ción ante la perfidia ie los hombres. En uno de sus himnos, con qué filial confianza acude a su protección : «Madre de la vida, haz morir en mí las pasiones que matan al espíritu. No me dejes entre las garras del león infernal, oh, tú, Virgen Inmaculada, que diste al mundo un Nifio divino, vencedor de furias y leones.» Y la Inmaculada le asistió n sí en sus peligros del alma como de cuerpo. Sabemos todos con qué tesón defendió San Juan Damasceno el culto de las imágenes en contra de los iconoclastas que C.P.seaban suprimirlas. Esta lucha, principalmente, suscitó e! odio de los malvados, que le

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