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18 DÍA Veinte años d~spués se daba otra misión en la misma Parroquia. Sabéis quién la pre– dicaba? El jovencito de la medalla, que es: taba convertido en todo un Padre Misione– ro Capuchino. Veréis cómo se obró este cambio. Una de las recomendaciones que más hi– cieron los Padres fué que no dejaran jamás de rezarle a la Divina Pastora tres Avema– rías por la mañana y tres por la noche. ¡Cuántas veces lo repitieron y con qué con– vicción de que serían provechosísimas ! Pues bien: andando el tiempo, el niño de que hablamos era ya religioso, y hubo de ha– cer un viaje a casa de sus padres para llevar al claustro a la única hermana de los cinco que eran. Una tarde, hablaban los dos hermanos , de sus buenos tiempos de niños, y dice ella: - ¿Te acuerdas de la misión aquella? - Sí. ,¡Qué dulce recuerdo! - respon- de él. - ¿Te acuerdas de la recomendación que nos hizo el Padre, de no dejar de rezar las tres Avemarías? - ¡Ya lo creo! Y yo siempre las he re– zado. - Yo también - prosiguió la herma– na-. Y me gustaría saber cuántos son,

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