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146 DÍA 30 Fray León, aquel fraile tan sencillo y dulce que era llamado por el Seráfico Pa– dre la ovejita de Dios, tuvo cierto día una visión que le llenó de consuelo. Vió dos escalas. Una de ellas era de co– lor encarnado y la otra blanca, Las dos da– ban acceso al Paraíso. Sobre la escala en– carnada se encontraba Jesús y al final de la blanca , María. Ansiosas las almas de conseguir su sal– vación, fray León las vió correr en incon– table muchedumbre hacia la escala encar– nada; pero observó que, si bien subían al– gunos escalones, volvían presto a caer, y aunque una y otra vez se esforzaban en subir por la escalera encarnada, siempre vol– vían al suelo. Sorprendido en alto grado, oyó cómo - una voz les indicaha a aquellas buenas al– mas que probasen a subir por la escala blan– ca, donde estabJ María , y, ¡santo reme– dio! , aunque a veces parece que pudieran desfallecer, la Virgen Santísima les alarga– ba la mano, y todos se sostenían y conti– nuaban subiendo, hasta llegar con toda fe– licidad al Cielo. Una cosa hemos de advertir aquí. Este ejemplo de ninguna manera quiere decir que María sea más poderosa que Jesús, ni
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