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J.4.0 DÍA 29 Pero no lo conseguirá, pues ahí está Ma– ría, Reina de la paz, serenando nuestro es– píritu. ¡ Cómo nos consuela interiormente! Ella es la que nos infunde confianza en los méritos de su Hijo y en su propia interce– sión; la que ilustra nuestra inteligencia y, con su resplandor, ahuyenta esas nubes de torturadoras dudas que atenazan nuestra conciencia; la que nos comunica segura es– peranza de que será nuestra Abogada ante el Supremo Juez . . . Es decir, que, gracias a esa asistencia, invisible de ordinario, es verdad, pero indudable, a nuestra cabacera, se endul– za tan intensamente ese instante trágico, que lo convierte en suave y agradabilísimo, has– ta el punto de que más de uno de sus devo– tos haya exclamado con estas o parecidas palabras: "No creí que fuera tan dulce mo– rir", que decía Suárez. O "Yo no sé por qué la gente le tiene tanto miedo a esto, ¡si es una cosa tan hermosa! ... ", como decía Con.– chita de Jesús. Meditemos brevemente, y pidamos la gra– cia que deseemos conseguir. Pata mejor obtenerla, le dirigiremos las siguien– tes deprecaciones y Avemarías, como en la pág. 16.

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