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CON FLORES A MARÍA 131 ¡Pero qué veintiún años! Un cúmulo de virtudes sencillas, de las que todos podemos alcanzar. La que ahora nos interesa es su devoción a la Virgen María. Indudablemen– te, era uno de los primeros entre sus cuatro fundamentales amores: la Eucaristía, la Virgen, la Cruz y Santa Teresita. La Virgen tenía para Conchita, como debe tener para todos nosotros , el encanto singular de la Madre incomparable. "Mi re– fugio - había dicho - , son los brazos de la Virgen." No sólo refugio, todo lo era pa– ra ella María. "Tengo una Madre cariñosa - decía refiriéndose a la Virgen - , que vela solícita por mi bien, enviándome, cuan– do lo necesito, socorro y protección." Sabía bien Conchita que el favor de Ma– ría se experimenta más copiosamente cuan– do el alma se hace más digna de él, por eso, para merecer más y más las miradas pro– tectoras de tan buena Madre, cultivaba su devoción de modo especial. Llama particu– larmente la atención lo bien que celebraba el mes de mayo. El júbilo se le escapaba del pecho. Escribía •en los primeros días del mes: "Ha llegado mayo, el mes de las flores, el mes dé las alegrías, el mes de los pajarillos y de los ruiseñores; pero, sobre todo, el mes de mi Madre María. Toda la naturaleza se
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