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11-! DÍA 23 apearse, estaba junto a la pequeña y pobre Iglesia de San Andrés. A Ratisbona le picó la curiosidad. Pué mirando a uno y otro lado del Templo, y nada veía que cautivara su atención. Ahora se suceden unas cosas muy raras. Un perro negro, que había es– tado a sus pies, desaparece y él. .. no sabe lo que ha pasado por su espíritu. Cuando se quiere dar cuenta ve que está de rodillas, que las lágrimas le inundan, que su corazón está conmovido extraordinariamente, y que, a su lado, el buen amigo Bussieres, espera el final de aquella escena. Ratisbona no podía hablar. Unicamente sintió necesidad de coger en sus manos la bendita medalla de María y estampar so– bre ella millares de besos. Era Ella, sí, Ella, la autora de todo. En el alma entenebrecida de Alfonso brillaba la luz. En la Iglesia de San Andrés , puede el viajero leer esta inscripción: "El 20 de enero de I 842, Alfonso Ratisbona vino aquí judío empedernido. La Virgen se le apareció como la ves. Cayó judío, se le– vantó cristiano. Extranjero: lleva contigo este precioso recuerdo de la misericordia de Dios y del poder de la Santísima Virgen." Oración final, etc., como todos los días, pág. 19.

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