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CON FLORES A MARÍA 113 do la riqueza el lugar que correspondía a la fe. Pero aún pasó algo peor. Como un her- mano suyo se convirtiera al catolicismo y llegara a ser sacerdote, de rechazo, o como desquite, en el corazón de Alfonso se le– vantó un odio mortal a la religión. Su her– mano se le pagó rogando a la Virgen por él y haciendo que rogaran otras personas. La Virgen no podía menos de oír plegarías tan hermosas y con tan buen fin. Alfonso hacía por entonces un viaje a Italia. En su malicia, aquel viaje sólo le servía para barbarizar a cada paso contra la Iglesia. Sin embargo, en los planes de Dios entraba el acercarle a Roma, donde la Virgen Santísima obraría maravillas. Comenzó por cosas insignificantes. Pri– meramente, un hermano de su amigo de la infancia , Gustavo Bussieres, viéndole tan irritado contra el Catolicismo, le díó una medalla de María, que Alfonso no recha– zó por un poco de cortesía. Por delicade– za también, se comprometió a repetir cada día el Memorare , de que T eodoro Bussíe– res ~e <lió copia. Era el primer paso. El buen amigo h izo lo posible por retener en Roma a Ratisbona. Un buen día, lo llevó de pa– seo en un coche , y cuando Alfonso quiso 8

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