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CON FLORES A MARÍA L ..:. ahora los dolores venían a atormentar el co– razón de María, el uno después del otro ; pero en este paso parece que en tropel acu – den todos al asalto de su corazón". Así es, en verdad. Largo tiempo hacía que estaba deseando dar un abrazo a su Hijo, sin con– seguir llegar hasta El. Solamente ahora, cuando se lo hemos destrozado y hecho morir, podrá la Virgen volver a estrechar entre sus brazos al Hijo muy amado. ¡Po– bre Hijo! No era más que un afeado y . frío cadáver. ¡Oh, aquel abrazo! ¡Qué de recuerdos trajo al corazón apenadq de la Madre y qué reflexiones más dolorosas! No había pasado un día desde qu·e nos lo había dejado y ¡cómo se lo habíamos puesto! Ha– cía veinticuatro horas nada más , estaba despidiéndose de Ella , todo hermoso. res– plandeciente y sano, y ahora afeado . .. frío .. ¡ Qué diferencia ! Así fué recordando cuán tiernamente le abrazaba camino de Egip– to, aquel abrazo, después de hallarlo en el Templo, y tantos otros abrazos . . .. todos ellos, ¡qué distintos del que le daba ahora! .. . Estos cotejos eran una renovación de los dolores pasados, todos los cuales, como di– cen los santos, parece que reverdecían en aquella hora , para más hacerla sufrir.

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