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VaDUOlizar desde los signos de los tiempos Los regímenes populistas, absolutamente ineptos para abordar de raíz y con todas las consecuencias las desigualdades sociales, la falta de trabajo y empleo y, consiguientemente, el salario justo y una protección social bási– ca, tratan de mimarla al principio para "comprarla", obligándola a la reclu– sión en el ámbito de un culto amorfo. En caso de resistirse y continuar su ministerio al lado del explotado proceden a vejaciones constantes y hasta descabelladas. Ante este panorama, que no sólo no ha mejorado con el paso del tiempo, sino que ha adoptado formas más sofisticadas y encapuchadas de invadirlo todo, la Iglesia ha de empeñarse en: la solidaridad y la inserción en los me– dios más populares como testimonio de encarnación; manifestarse como tal en pequeñas comunidades de fe y vida¡ insistir en una pastoral social del Evangelio social; dejarse impulsar por el profetismo, el diálogo y la co– laboración en el seno de la sociedad civil; la opción por el pobre y la presión moral sobre los causantes de las injusticias como parte de la normatividad del Evangelio; la libertad crítica frente a los regímenes que no asuman como prioritario el bien común; en situaciones coyunturales de crisis económicas ha de invitar a la caridad y hasta a la limosna, que nunca han de suplir a la justicia, pero que en esos instantes, que se desea sean sólo de paso, están llamadas a cubrir carencias inmediatas. La pobreza que ha castigado a las mayorías en los países del tercer mun– do, se ha agravado con otro tipo de miserias que han empezado a hacerse presentes con la globalización. Nos referimos a la persistente exclusión por razones de sexo, raza, cultura, edad, creencias, así como por la condición de emigrantes, sin papeles o sin representación. Es más, desde la visión cristiana del hombre y su interrelación necesaria y fraterna con los demás, tan pobre es el que asume el papel de Epulón como quien se ve obligado a hacer de Lázaro. El primero no carece de los bienes de la vida terrenal, de los que disfruta obscena y ostentosamente, pero ig– nora la clave que para su crecimiento integral le supone el encuentro solida-
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