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V&Ogelizar desde los signos de los tiempos el genio y las peculiaridades particulares de las distintas razas y pueblos. Examina con simpatía y, sí puede, conserva íntegro lo que en las costum– bres de los pueblos encuentra que no está indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y aún a veces lo acepta en la misma Liturgia, con tal de que pueda armonizar con el verdadero y auténtico espíritu de la mis– ma (SC., 219). La Iglesia necesita inculturarse en las costumbres y tradiciones de cada pueblo, desde luego, pero también ha de hacerse presente en las nuevas expresiones de la cultura que lucen universales en buena parte y que nos vienen de la mano de la ciencia y la tecnología comunicacional. -Algunas expresiones de la tecnociencia La informática, la robótica, la sociedad virtual y la sociedad en "red", entre otras, han modificado radicalmente la conducta humana, reduciendo el tra– bajo en muchos casos a una simple actividad mecánica. La máquina suple la "creatividad "del hombre que la manipula, y que no suele ser el mismo que la diseña y concibe los programas. Se trata de una cadena a la que han de atarse millones de seres humanos y a la que otros no tienen acceso. Como el fin de la tecnociencia es el lucro, la mayor ganancia se supedita a la mínima mano de obra. De ese modo, pocos son los privilegiados que acceden a un puesto de trabajo socialmente considerado, quedando las mayorías a la intemperie. El paro es, hoy por hoy, una de las más trágicas consecuencias de la sociedad que prefiere la eficacia comercial a la atención al hombre. Por cierto, tendremos que entender que en todo este tinglado la ética queda en los pocos manuales que aún existen. Ya el Concilio vislumbraba algunas de las manifestaciones de la crisis entre ciencia y religión, entre razón y fe. A las que nos señaló añadiremos otras de última hora:

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