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• vangellzar desde los signos de los tiempos invita a una más profunda visión de la vida. Sin embargo, algunos de sus superiores y cohermanos parecen sospechar de su seriedad. Se sale del es– quema y luce como riesgo. Esta actitud de desconfianza expresa lo lejos que aún se mantienen muchos agentes de pastoral del lenguaje de las nuevas formas culturales, y la desa– zón que les produce el hecho de saber, en definitiva, que sólo desde ellas se puede compenetrar la Iglesia con el mundo. La invitación a "reconvertirse" a este nuevo modo, expresión y estilo, implica sacrificios, adaptaciones y nuevas actitudes de disponibilidad que no se pueden llevar a cabo sin dejar ciertas comodidades. Y, sobre todo, exige convicción y apasionamiento. Lo contrario a lo aperga– minado, lo estatuido, lo fríamente calculado. A quienes están ya inmersos en la cultura de lo radical, del surrealismo, les suena a mimetismo no sólo el lenguaje, sino hasta el mismo tono con que algunos evangelizadores insis– ten en obligaciones y aluden a "verdades". Recordemos que, terminado el Concilio, traducida la misa a las lenguas ver– náculas, llegaron las guitarras eléctricas y las baterías a los templos. Por un tiempo atrajeron a multitud de jóvenes. Luego, cuando cualquiera de ellos podía tener en su casa todo un arsenal de instrumentos musicales o acudir a conciertos sin mayores esfuerzos, el "gancho" dejó de seducirlos. Entonces evitamos seguir buscando y regresamos a lo más simple. El lenguaje, los conceptos y los mecanismos que sigue usando nuestra pas– toral para meterse dentro de las culturas particulares y de la adveniente globalizada, les huelen a la mayoría de los fieles y de los "eclesiásticos" más conscientes a "extraños" e ininteligibles. Gastamos demasiadas energías en pequeñeces, detalles y formulaciones en los que el común denominador de los cristianos apenas repara. Nos resistimos a llevar a cabo una revisión a fondo por no disponer de tiempo y espacios, por miedo a la reacción de los superiores, por habernos acomodado a la rutina.
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