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V80U8liZ81' desde los signos de los tiempos a lo trascendente y sobrenatural a fin de conseguir la salud, la protección y en definitiva la felicidad, sirvieron de refugio en la infancia de la humanidad, pero ya no despiertan curiosidad alguna. El nuevo hombre "moderno y pro– gresista", cree que, tarde o temprano, encontrará en la ciencia las respues– tas apropiadas a sus carencias. -La tiranía de la tecnociencia La globalización y la tecnociencia pretenden invitar a todos los pueblos y culturas a diluirse en una especie de ente anónimo en el que los más insig– nificantes tendrán que someterse a los dictámenes de los "expertos"y los poderosos. La nueva cultura discurre desde métodos y puntos de interés a los que no estábamos acostumbrados. Por mucho que insistamos en regresar a lo lógi– co y razonado, las generaciones del nuevo milenio se empeñan en solucio– nes rápidas, en destellos momentáneos, en apasionarse por lo simplemente útil y atractivo. Brighenti nos ofrece una primera pista para entender esta "cultura". "Real– mente, el interés por el hecho cultural constituye una actitud relativamente reciente, aunque la realidad de la cultura se remonta a los orígenes del "hamo sapiens", dado que es ella y por ella por la que nos hacemos propiamente hu– manos. El elemento nuevo es la percepción de la cultura como una realidad antropológica, revelando aspectos característicos de una colectividad". La Iglesia ha venido insistiendo en la necesidad de inculturar el Evangelio. Es decir, en la obligación de leer con respeto las diversas culturas para iluminar– las desde la luz de la fe, sin caer en el extremo de borrarlas y execrarlas por un lado, o sacralizarlas asumiéndolas sin discernimiento alguno, por otro. Pero resulta que las culturas no deben ser concebidas con simplicidad. Ya nin– guna es pura y casi todas se han permeabilizado tras los embates de la terno-

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