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V811gelizar desde los signos de los tiempos no parecía cauto calificarlas de antemano. Era necesario partir de la convic– ción de que, en medio de cualquier circunstancia o acontecimiento, la tarea de la Iglesia sería siempre la de encontrar el equilibrio entre lo visible y lo invisible, entre lo humano y lo divino, y no desde el recelo, la descalificación y la sospecha. En el pasado la Iglesia ha condenado determinados acontecimientos y pro– posiciones con demasiada ligereza. Le ha costado pedir perdón y darle la razón a quienes en un principio escarneció. Ese apresuramiento le sigue costando caro. Todavía son muchos los que dan por supuesto que su tarea fundamental es sospechar de todo. Transcurridos ya algunos años del nuevo milenio, tenemos que preguntar– nos: ¿Hacia dónde se dirigen los destinos de América Latina? ¿Cuáles son los nuevos desafíos a los que han de enfrentarse todas las instituciones, inclui– da la Iglesia?. Conocer esos signos de los tiempos y aprender a dialogar con ellos sin prejuicios parece la mejor táctica. Los expertos nos dicen que las nuevas alternativas deben abordarse desde tres instancias: es necesario situarse en medio de la realidad para almacenar hechos, conocer comportamientos, constatar in situ lo que hay, lo que se vive, lo que se desea. Una vez que se hayan puesto sobre la mesa los resultados de este estudio de campo es preciso discernirlos sin acomodaciones para conocer las razones que los explican. Y, finalmente, hay que urgir el compromiso de ilu– minar ese "dato" sin transformarlo caprichosamente. El proceso puede obli– garnos a prescindir de andamiajes que tuvieron su razón de ser y con los que estábamos demasiado familiarizados, pero que ya no acompañan a los acon– tecimientos ni con la vertiginosidad ni con radicalidad con que se producen. MEGATENDENCIAS Forma parte del argot común explicar muchas de las situaciones que se pro– ducen desde las megatendencias. No hay que hacer grandes esfuerzos para

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