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V8UOOliZ8F desde los signos de los tiempos más conveniente. El hombre puede terminar así siendo "unidimensional". Dios ya no es importante para esta cultura secularizada. Se evita incluso nombrarlo porque se le considera enemigo de la autonomía . Son muchos, sin embargo, los que creen que, eliminada la misma idea de Dios de la mente, ya no es posible el temor, ni siquiera el que se piensa sa– ludable para frenar los desaires de la conducta humana. Max Weber nos re– cuerda que un granjero con el que se encontró en California le dijo que no le importaba en qué religión militasen quienes le compraban los productos, pero que le parecía imprescindible que fuesen religiosos para poder creer en ellos a la hora de pagarle lo que le debían. Y relaciona esta anécdota con la del Presidente lke que también decía confiar mucho más en quien se procla– maba creyente que en aquel que estaba convencido de no creer en nada. Esa es también la razón por la que tantos pensadores sostienen que no es fácil "redactar una ética" elemental para guiar las relaciones humanas y po– ner orden en el mundo si se prescinde por sistema de todo "análisis trascen– dente". Lo ha repetido hasta la saciedad Benedicto XVI que considera que Fe y Razón, Religión y Ciencia, Iglesia y Progreso no tienen porqué oponerse si cada una ilumina la Humanidad desde su ángulo de visión. Lejos de estor– barse se necesitan. Si la Ciencia tiene que acercarse a la Religión para responder ordenadamen– te a las justas demandas del hombre, la Religión tiene también que meterse en la cultura que la rodea en cada momento para discernir con cautela y sin anatemas. Nos lo sugiere L. Sartori: "La predicación cristiana de nuestros días no puede limitarse a repetir mecánicamente fórmulas, por otra parte es– pléndidas, de la espiritualidad de otros tiempos. Tendrá que recrear su propio estilo y apartir de ahíacuñar sus propiasfórmulas teniendo en cuenta la nueva situación cultural y espiritual en la que tiene que ser vivida la fe cristiana". No nos ayudan en nada quienes se empeñan en juzgarlo todo como perver– so. La lectura de algunos libros "piadosos" nos ha hecho mucho daño. Me
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