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11.- EL SIGLO DE LAS PREGUNTAS YLAS DUDAS nes dadas, a los que nos lucen incluso aberrantes, a quienes se empeñan en hacernos burla. Ya no podemos seguir pensando que con encaramarnos en los púlpitos para fustigar a quienes son diferentes o piensan de modo diametralmente opuesto al nuestro, vamos a ser escuchados con docilidad. Seremos tenidos en cuenta cuando seamos capaces de oír atentamente, de participar sin altanería en la tertulia, de aportar con respeto lo que juzgamos justo y con– veniente. Y, sobre todo, cuando por nuestra honesta conducta y nuestras obras cotidianas, seamos señalados como discípulos de Jesús, que no les dio a sus Apóstoles ningún pasaporte de recomendación cuando los envió entre lobos. Simplemente les aseguró que "sus frutos" serían su mejor aval. Nos sigue diciendo Brighenti: "Los nuevos signos de los tiempos, interpela– ciones del Espíritu, se erigen como nuevas preguntas, que claman por nuevas respuestas. Es la tarea de ir encarnando en la precariedad del presente, la eter– nidad del Reino. Es la exigencia de hacer historia de la salvación por la media– ción de la Iglesia, transfigurando lo desfigurado, plenificando todas las formas de vida, especialmente aquellas vidas humanas amenazadas por la opresión y la exclusión...Una Iglesia que no sirve y no salva no sirve de nada". No se trata, por lo tanto, de llegar al ridículo con la sola pretensión de im– poner nuestros criterios a un mundo adulto. Ymucho menos con el afán de recuperar el prestigio perdido, y tantas veces conseguido desde el temor y el poder. Ahora nos toca ir por el mundo sin alforjas, sin dos capas, sin cartas que nos acrediten como importantes. Ahora tenemos que hacernos sentir en nuestro medio ambiente, meternos en la entraña de las culturas, incluida la que se está gestando en el seno de la Globalización. Muchos agentes de pastoral viven en la Europa secularizada agazapados y con temor a expresarse públicamente. Tampoco cuentan con el apoyo ex– plícito de los que aún les son fieles. En América Latina se nos respeta por cariño en algunos casos, por temor en otros. Ni ellos ni nosotros debemos
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