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• V8Dl81bal desde los ,;gnos de los t;empos las tempestades de hoy son fruto de los vientos de ayer. Yen ese ayer pudo callar algunas atrocidades o temer al poderoso, dejando en desamparo a los más débiles. Los postrados de siempre se han ilusionado con las lisonjas y promesas de los gobiernos que desean hacerles protagonistas, aunque a la larga terminen humillándolos como nunca. Tendremos que leer entre líneas para ofrecerles esperanza a los desasistidos de hoy. -¿Cerrar horizontes? El ser humano no puede manipularse desde ideologías y proyectos que in– sisten en cerrarle el horizonte para que "no vea más allá". Los extremismos excluyentes, cualquiera que sea su signo, radicalizan de tal forma todo lo que abordan que terminan provocando la estampida incluso entre quienes comenzaron proclamándose sus incondionales. Al considerar otras visiones de la vida y de la historia distintas a la suya como inaceptables, despiertan la curiosidad de todos por conocerlas más de cerca. No estaría de más que los nuevos "redentores" de la humanidad, sean per– sonas concretas o idealismos dispersos, tomasen nota de esta constante. Les ayudaría a agudizar el sentido común y a convertirse en más útiles. Y tampoco estaría de sobra que la Iglesia reaccionase ante estas encrucijadas que la cuestionan, poniendo a valer su fidelidad al único Maestro que debe conducirla y cuyos criterios la han de guiar para incrustarse en el contexto en que ha de vivir. "Si fuéramos capaces de conseguir ambas cosas: personalizar nuestra Je y promover auténticas comunidades cristianas, nos dice Carvajal, parece legíti– mo esperar que de la crisis provocada por la secularización de la Iglesia saldrá cuantitativamente disminuida, pero cualitativamente fortalecida". En todos, en unos más visiblemente que en otros, se produce aquel desaso– siego que san Agustín sintetizaba lacónicamente: "Nos hiciste, Señor, para Ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti". La búsqueda

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