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· · MI GRATITUD stas reflexiones puede hacerlas suyas gracias a la colaboración de amigos consecuentes, como son: las familias Fleury- García; Guerra– Matos; Darán- Ferrareis; Ludovico- Taraschi; Parra- Suñer; Utrera; Lara; Godayol; Nelson-Lavié; Márquez; Mendoza- Gonzalo; Zalman; Zubillaga- Reverán; Guala; Sosa Contreras; Sayegh González y mu– chas otras que han preferido el anonimato. Todas ellas hicieron posible una inestimable labor pastoral y social en la Pa– rroquia Santa Rosa lía de Palermo (El Hatillo) y desde el precioso templo que levantamos en La Lagunita. Pido disculpas por la simplicidad con que describo las situaciones pastorales que afronto. Nunca me ha movido otro afán que el de querer demasiado a la Iglesia de Venezuela. Desde ese afecto se puede caer en la fustigación salu– dable. Confío en que, con el tiempo, a más de uno se le ocurra decir: Manuel en algo tenía mucha razón.

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