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11.- El SIGLO DE LAS PREGUNTAS YLAS DUDAS En España gobierna "ahora" una ideología de extrema izquierda, aunque rehúye semejante clasificación. Desde sus postulados fundamentales, y se– gún los cánones de una "democracia formal", ha puesto en entredicho las creencias del pueblo y arrima constantemente la hoguera a la Iglesia como institución. Su intención es sobreseerla en un tiempo no demasiado largo, desde unos postulados laicistas que considera suficientes para ordenarlo todo, desde la educación pública hasta las decisiones más personales. En Venezuela un nuevo "caudillo", que no deja de sentirse ungido también por la gracia, se empeña en hacer una traducción del Evangelio desde su "proceso" personal. Sin negar las raíces cristianas de la historia del país, pretende acomodarlas a los nuevos ideales de su "revolución", cayéndole a mazazos a quien se atreva a llevarle la contraria. Los venezolanos se resisten a prescindir de su apego a la religión, que en su mayoría traducen desde el catolicismo popular. Puede afirmarse que grupos muy instruidos y conscientes se han sentido más miembros de la Iglesia du– rante el "proceso" que antes de aparecer en la escena pública. En España la nueva y burda manera de "persecución" a la Iglesia y a los cre– yentes (se ha llegado a pensar que un juez no puede ser objetivo si se con– fiesa católico, mientras que por táctica enderezada a minar primeramente el "poder" de la Iglesia Católica, se tolera que un musulmán o ateo dicten sentencias sin escrúpulos), ha terminado por afianzar la fe de grupos muy significativos. Y mucho me temo que, como ha sido una constante en este país, aquellos que se han dejado embaucar por las promesas de un gobierno que insiste en proclamarse laico y aconfesional (en realidad laicista y abso– lutamente impenetrable por cualquier proposición trascendente) terminen saltando la talanquera y volviendo precisamente en busca del "redil" que se ha tratado de dispersar y confundir. Las circunstancias por las que atraviesan Venezuela y España le están di– ciendo a la Iglesia que debe hacer un sincero examen de conciencia. Porque

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