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11 V8UOOliZ8r desde los signos de los tiempos La violencia sustentada por fanatismos ha convencido a muchos de que las guerras y desavenencias tienen su origen precisamente en los credos religiosos, por lo que es necesario transformarlos radical– mente, aún a riesgo de desposeerlos de su esencia; Las relaciones entre Dios y el Mundo, entre la ciencia y la Je, entre las legítimas autonomías del hombre y sus alcances. La indebida "re– ligiosización" de casi todo ha despertado la conciencia del hombre acerca de sus poderes que, con frecuencia, contrasta con los que se les han atribuido a las religiones tradicionales; La poca eficacia del "discurso", en contraste con el testimonio y las operaciones visibles; La resistencia de muchos cristianos a dialogar sin complejo de su– perioridad con las nuevas propuestas de la ciencia, la política y los diversos movimientos que se han ido abriendo camino con éxito en los en los últimos años. Lejos de amilanarnos frente a estos desafíos de la nueva sacralidad e ido– latrización, los cristianos sabemos por experiencia que todo termina vol– viendo a su cauce. Lo que nos toca hacer es limpiarlo de las adherencias y deshechos que han podido entorpecerlo. -Dios siempre encuentra la manera de estar Cuando los Apóstoles Pedro y Pablo llegan a Roma tropiezan con un mundo aparentemente en perfecta organización. La autoridad suprema del Empe– rador, que en ningún caso podía ser puesta en entredicho, no admitía ningu– na decisión que colidiese con la suya. Su carácter de "divino" le otorgaba la potestad para sentirse dueño de las vidas y las propiedades de sus súbditos. Sólo los privilegiados gozaban a su sombra de algunas libertades, quedando el resto de los ciudadanos sujetos al yugo de la esclavitud. La fuerza bruta, el despotismo incuestionable del Jefe y las clases dominan– tes, aseguraban un determinado statu quo, contra el que nadie podía legí-
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