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11.-ll SIGIO DI 11S PRIGUNTIS Y IA$ DUDAS • tos paganos, no debemos llegar al pánico. Ni a cruzarnos de brazos. Dios si– gue dentro del corazón humano y de la Humanidad. Se trata de descubrirlo con los métodos y alcances que están a nuestra disposición, y al estilo más legible para el hombre de hoy. Partamos de la convicción de que nunca podrá ser arrebatado del corazón humano un cierto "sustrato religioso y trascendente". Aunque algunos lo han intentado a sangre y fuego, ninguno ha sido capaz a la larga de desligar las culturas y las conciencias de sus raíces "sagradas". Sin embargo, se pue– de caer en el peligro de suplir la legítima "sacralidad" por un "laicismo con nuevas formas de sacralización". Corriendo el riesgo de simplificar algunas realidades, nos atrevemos a se– ñalar las proposiciones desde las que se pretende desligar al hombre de las religiones tradicionales para sujetarlo a las nuevas formas de "sacralidad": La ciencia y la tecnología que acaparan las funciones que antes se le atribuían a la religión. Para conseguirlo no dudan en "mecanizar" al hombre, reduciéndolo a pieza de un engranaje que así como le facilita al principio algunas satisfacciones, a la larga puede terminar dejándolo en el desamparo; La insistencia en un "laicismo secularista" que algunas ideologías y estra– tegias políticas "sacralizan" sin rubor, y que tratan de imponer, negán– dole a quien no sepa "apreciarlo" el derecho a existir "públicamente"; La "abundancia" y la molicie ofrecidas a los consumidores por los "gerentes" de los países desarrollados como bienes definitivos que acabarán despreciando "la mirada al interior"; La pobreza y la miseria que han imperado en los países que segui– mos considerando subdesarrollados, muchas veces promovidas por cristianos, ante el silencio a veces cómplice de la Iglesia. Lo que ha llevado a muchos a la conclusión de que la religión como tal fomen– ta la desigualdad, teniendo que ser reemplazada por nuevas formas de reivindicación;