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■ vangellzar desde los ,;gnos de los ,;empos bargo, respira una inconsolable soledad, una sensación palpable de fracaso y frustración. Sus hijos son incapaces de conformar una familia y han ter– minado contentándose con disfrutar alegremente y sin orden alguno de los bienes que gratuitamente ha puesto en sus manos. Me convenzo de que esta aristócrata representa a tantos ciudadanos de un entorno globalizado, técnico, de mercados abarrotados de caprichos y de programas televisivos que alardean de ganar dinero sacando al aire las mi– serias humanas, por un lado, y por otro promoviendo todo lo que de esqui– zofrénico, paranormal y frívolo se palpa en la sociedad, como aval para la singularidad y el rating. Los estrategas más avispados, los políticos radicales, los tecnócratas más curtidos han llegado a la conclusión de que hemos dejado atrás un universo de fantasías, de prejuicios, de supersticiones para pasar a otro de crecimien– to, destape, libertario, sin trabas y placentero Y, sin embargo, en ese con– texto nos encontramos con seres humanos que se debaten en la soledad, la frustración y la sensación de engaño, y con otros que apenas logran sobre– vivir en medio de la desprotección y el olvido. Muchos pretenden zanjar ese desaliento, esa zozobra en la que se ven su– midos los pueblos, con el diseño de una educación que trastoque los hábi– tos de conducta y los patrones morales, familiares y sociales. Parecen estar convencidos de que todo se aclararía retirando de la mente humana el disco duro que la ata a clichés del pasado, a creencias y temores que no le permi– ten "mirar sin prejuicios,, lo que tiene ante sus ojos. Para ellos la introspec– ción es altamente dañina. Pero las nuevas generaciones que se supone son las que más directamente han de ser influenciadas por estos experimentos, nos ofrecen tales ejemplos de frustración y desaliento que nos obligan a preguntarnos si esa propuesta positivista no será, en definitiva, el mayor enemigo de la satisfacción hu– mana. Un anónimo muchacho de veinte años escribía en los muros de la

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