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11 vangollzar desde los signos de los tiempos hombres de su tiempo, porque una cosa es el propio depósito de laJe, o sea, su verdad y otro el modo de enunciarla, conservando siempre el mismo sentido y el mismo significado" (G 5, 62). En nuestros días, cuatro décadas después, no sólo le resulta extraño a nues– tros contemporáneos el lenguaje, sino el mismo contenido de lo que hemos de anunciar. Por lo tanto, no se trata de "revisar" la forma, sino también de reacomodar el fondo de tal manera que, siendo fiel a sus raíces, pueda dige– rir todo lo que de bueno y saludable nos rodea. Muy expresivo se muestra L.BOFF cuando dice que "así como el Verbo se hizo carne", y de ese modo el Hijo de Dios asumió la naturaleza humana, sin trastocarla caprichosamente y a su antojo, convirtiéndose en hermano de todos, manteniéndose libre de pecado (como puede hacerlo quien se lo pro– ponga desde su ímpetu y el de la gracia), "así la Iglesia debe hacerse pueblo". Luego la comunión y la participación crearán "las condiciones para que este pueblo, mediante laJe, se transforme en Pueblo de Dios". Helder Cámara, desde la simplicidad evangélica que siempre le caracterizó, decía que "la Iglesia necesita cambiar mucho, continuamente, para ser siem– pre la misma Iglesia de Jesucristo en el Espíritu". Karl Rahner insistía en una "ecc/esia semper reformanda'~ YFrancisco de Asís, por su parte, alertaba a sus hermanos, con el único fin de que evitasen "instalarse" sin necesidad de mirar más allá, diciéndoles: "Comencemos, hermanos, porque hasta ahora poco o nada hemos hecho". Es una lástima que los verdaderos profetas nos resulten sospechosos durante tanto tiempo. Cuando les damos la tarjeta de entrada ya es demasiado tarde. No quiero ser pesimista, pero todo parece indicar que en el contexto de la Iglesia Latinoamericana las esplendorosas iluminaciones que nos han pro– porcionado estudios, pronunciamientos y gestos de suma importancia en un pasado muy reciente, están dando paso al desconcierto, a un doloroso