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V811UOlizar desde los signos de los tiempos entre comunidad y servicios, pero la comunidad es el elemento permanente y portador de todo". Aunque nadie se opone a la diversidad de dones, carismas y servicios que han de darse en la Iglesia, en la práctica se duda de la capacidad de los lai– cos, se tiende a atarlo todo alrededor de los obispos, los sacerdotes y los re– ligiosos más activos. Se tiene miedo a la creatividad del pueblo y desde ese sentimiento se le señalan de antemano las pautas que ha de tener en cuenta para no errar. Sin percatarse, por lo mismo, de que lo que el pueblo propone suele nacer de las necesidades y sentimientos del mismo pueblo. Una vez más nos ilumina J. Comblin cuando nos hace saber que "la Iglesia es del Espíritu, pero nace de los seres humanos. Sin comunidad no hay Iglesia; sin Espíritu no hay comunidad". Dios no habla tan sólo por boca de la jerarquía o de los más experimentados. Demasiadas veces se ha revelado a los sencillos para confundir a los expertos. "El Espíritu, dice Mardones, no sólo entra en la Iglesia y el mundo por el centro. Entra por donde quiere, también por las esquinas. Respetar esta libertad del Es– píritu exige estar atento a los signos de los tiempos, sobre todo a los que afectan a los más pobres y débiles. Ahí está presente y actúa el Espíritu de Jesús". La Iglesia debe aprender a ser pequeña y a estar siempre dispuesta a dejarse sorprender por la sabiduría de Dios. No le resultaría tan costosa esta "mino– ridad" si quienes son llamados a ocupar los puestos de responsabilidad, lo hiciesen en clave evangélica y no desde las aspiraciones y las vanidades. La misma "forma externa" con se presentan algunas de nuestras "autoridades" parece más acorde con las vanaglorias del imperio romano que con la natu– ralidad de la mayoría de sus fieles. -Una Iglesia para quienes más la necesitan La Iglesia es Católica, Universal, y no puede cerrarle las puertas a quienes, creyendo en Jesucristo, desean pertenecer a ella por el bautismo. No le ha