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1.-CAMBIO DE EPOCA estarían ya respondidas. La ofuscación y el cerrilismo nos han hec'ho una mala jugada, dejándonos desnudos ante la mirada de los más acuciosos. B. Klopenburg nos asegura que "cuando se dirige al hombre desacralizado, desmitificado, desmagizado y secularizado, la deseada nueva evangelización entra en un campo sin experiencia. Jamás la Iglesia conoció un mundo como el de hoy, marcado por la ciencia y la técnica. La propia jurisprudencia del pasado es insuficiente frente a una cultura universa( urbano industrial que adviene, inspirada por la mentalidad científico-técnica". El miedo y la comodidad han conseguido que algunos acontecimientos pro– videnciales de la Iglesia en América Latina, como fueron Medellín y Puebla, se hayan obviado de muchas formas. Tras el revuelo y el entusiasmo que propiciaron en un primer momento se regresó con el tiempo a lo rutinario, a lo aparentemente "seguro y no problemático". No deja de ser pecado la inversión de tantas energías en defensa de normas demasiado precisas, y por eso mismo insípidas e ineficaces. Llamados a in– vertir sus talentos en mejores causas, muchos ponen como tapadera estas "obligaciones" para no verse obligados a responder con franqueza a las nue– vas interpelaciones. Nos espabilaríamos con premura si tuviésemos en cuenta lo que ha suce– dido en los países que siempre han sido caldo de cultivo del cristianismo y escuela de misioneros. Los últimos mítines invitan a sus habitantes a dejar a un lado el concepto de trascendencia, culpando a la Iglesia de haberse servido del mismo para controlar mejor las conciencias. No olvidemos que muchos de los que militan en la política han llegado a la conclusión de que nada puede escaparse a sus competencias, ni siquiera los sentimientos. Aquejados de un recalcitrante positivismo, consideran que es alienante para la ciudadanía todo lo que no pueda ser legalizado en el con– greso o en el comité.

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