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V811UOlizar desde los signos de los tiempos da pie a un paternalismo que no consigue otra victoria que la de ser coreado por eternos menores de edad. Todavía nos sobrecogen aquellos que, acos– tumbrados a dejar en manos de sus superiores todos los asuntos, se limitan a disculparse: "A mí, lo que me manden". A Pío X le salió al paso Pablo VI, sesenta años más tarde. En un discurso muy sugerente a la Rota Romana, propuso que "los fieles, revestidos del sacerdocio común, no deben ser considerados como súbditos, sino como colaboradores del orden jurídico". La máxima del Derecho Romano tiene que ser aplicada tam– bién a la Iglesia de Jesús: "Lo que afecta a todos, debe ser tratado por todos". Bouyer habló en su día del "mal primordial" de la Iglesia Católica, que no es otro, según su parecer, que entender la autoridad como un dominium y no como un ministerium. Es decir, como subordinación y no como servicio a los hermanos. Parece oportuno tener en cuenta la apreciación de San Juan Cri– sóstomo que estaba convencido de que "en la Iglesia no hay diferencia entre el esclavo y el hombre libre, el extranjero y el ciudadano, el anciano y eljoven, el príncipe y el mendigo, la mujery el hombre. Cualquier edady cualquier condición de uno y otro sexo son recibidos de forma idéntica en la fuente bautismal. Este es el más grandes signo de nobleza para quienes pertenecen a la Iglesia: iniciamos a Cristo de la misma manera al mendigo y a quien tiene en sus manos el cetro'~ También la Iglesia, establecida en la entraña de un orden social que precisa de las aportaciones más diversas y distantes para llegar a buen fin, tendrá que ofrecer su cuota. En la medida en que se muestre "disponible" para quien la necesite, en esa misma medida será aceptada con respeto por el resto de las instituciones, las culturas y las sociedades. Y la sentirá el hom– bre común mucho más cercana en su papel de madre que escucha y respon– de que desde la tentación de saberlo e imponerlo todo. -Diversidad de servicios La Iglesia se sentirá impotente ante la misión que se le ha encomendado si no se decide a echar mano de diversos ministerios y servicios. Los primeros liitil

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