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vangellzar desde los signos de los tiempos que no haya discordia en el cuerpo y los miembros se preocupen igualmente unos de otros. Así, cuando un órgano sufre, todos sufren con él¡ cuando a uno lo tratan bien, con él se alegran todos" (I Cor 12 1 7). -Una Iglesia servidora Si el Señor Jesús afirmó que no había venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por los suyos, la Iglesia no puede empeñarse en ser siempre maestra, dueña y señora. Demostrará que es fiel a Jesús si en todo momen– to está dispuesta a ponerse a disposición de quien toque su puerta. Cristo no es el pastor al que las ovejas se ven obligadas a seguirle. Muchas se les escapan y otras quedan atrapadas por la desidia, la ignorancia o las trampas de la vida. Él no teme regresar para recobrarlas. Como tampoco duda.al trazar a los Apóstoles el estilo que habría de caracterizarles: "Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las dominan, y que sus grandes les imponen su autoridad. No ha de ser así entre vosotros¡ al contrario, entre vosotros el que quiera hacerse grande tiene que ser vuestro servidoT¡ y el que quiera ser primero, tiene que ser esclavo de todos¡ porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos" (Me 10, 42-45). Ha sido causa de escándalos y decepciones la actitud de los que, habiendo sido seleccionados para servir en el seno de la Iglesia, terminan convirtiéndo– se en pequeños déspotas. Bajo la solapada intención de defender la ortodo– xia o atar a normas específicas, se ceban inmisericordes con sus súbditos. No los entienden como hermanos, sino como soldados de un ejército que, según las nociones de que disponen, serán buenos si se sujetan a la disciplina. Como contrapartida se le dispensa una tolerancia alcahueta a los que, aque– jados de terribles dramas personales, en algunos casos, y de limitaciones palpables, en otros, se someten, al menos de puertas afuera, a las órdenes del superior. Demasiado frecuentemente desde la adulación y no desde la liái