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V8DUOliZ8f desde los signos de los tiempos (Hijo del Hombre). Jesús es el que libera al hombre de sus dudas, de sus limitaciones, de sus esclavitudes, llamándole a ser señor y no siervo, invitán– dole a transformar la realidad de su entorno y de sí mismo, a fin de fomentar unas relaciones humanas, solidarias, fraternas y justas. En el Nuevo Testamento "creer en Jesús" significa mantenerse en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu, pero también unos con otros. El mismo Jesús nos ha dicho que "así como el Padre me ha enviado a mí, os envío yo a vosotros" (Jn 20-21) Cristo no desea otra cosa que aceptarnos como fieles imitadores de su estilo de vida y continuadores de su misión. Desde esta fidelidad resulta más fácil llegar al corazón de los que han de ser evangeliza– dos y de las culturas en las que viven inmersos. F. (arnacho afirma que "desde sus o~ígenes, la Iglesia, con la asistencia del Espíritu, se va dando sus propias formas institucionales y organizativas, de maneras distintas en las diversas tradiciones", sin que por ello deje de ser la Iglesia querida por Jesús. No hay una disposición divina sobre todos los detalles a los que haya que atenerse incondicionalmente. Todas las iglesias locales deben tener algunos rasgos en común para que sean verdadera Iglesia de Cristo. Nos atrevemos a resaltar los fundamentales. La integración permite que la iglesia local sea toda la Iglesia y no una frac– ción de ella. La integración supone vínculos que evitan dualismos. Aunque muchos discuten si para mantener esa comunión es o no necesario un lugar o un centro específico, lo que parece imprescindible es que la Iglesia sea una koinonía. La pluralidad permite al Espíritu soplar donde quiere y evitar la uniformidad. Cada uno de los Apóstoles se movía y hablaba libremente el día de Pente– costés. A su modo daban testimonio de lo que habían visto y oído, y cuantos les oían captaban con la misma fidelidad el mensaje.

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