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V811Uelizar desde los signos de los tiempos esas necesidades. Demasiadas veces hemos sido testigos de la estampida de hombres y mujeres aparentemente "arrobados en Dios" que terminan cayendo en manos de sectas insidiosas o en la aversión hacia lo que antes les seducía. Con cierto malhumor, lo reconozco, quise hacerle entender a un editorialista católico que tanto daño podría causarle a los cristianos simples la literatura descarnada y absolutamente crítica, como la volcada a dar pábulo al mila– grerismo, las batallas angélicas y las plegarias de carantoña. Lamentable– mente, en los últimos años esta última ha copado las principales "coleccio– nes" de las imprentas cristianas. La literatura progre y moderna en general vive del escándalo y del morbo. La cristiana podría dejarse llevar más por el afán "milagrero" de las masas que por la necesidad de concientizarlas. -Sobrevaticanidad Los que gustan llamarse "sobrevaticanistas" consideran que el papel de lo religioso no se agota en el espacio de lo sagrado. Se correría el peligro de convertir a la persona, al creyente, en un simple practicante de ritos y en es– clavo de una fidelidad que no puede entender ni mucho menos cuestionar. Del mismo modo, rehúyen la emotividad de los postvaticanistas al pensar que obvia la racionalidad, cayendo en el fanatismo y en manos de los "char– latanes de la fe". Una vez más acudimos a Mardones para definir esta postura. Los sobreva– ticanistas piensan que "es preciso reactivar continuamente institución y ca– risma, lo divino y lo humano, Iglesia y Reino de Dios, lo visible y lo invisible. Se trata de no escamotear o negarse a vivir en la precariedad del tiempo y en la fragilidad de lo instituido, lo que anuncia del Reino de Dios en Jesucristo". Se cree que en un mundo cada día más plural, sólo una Iglesia y una teología plurales harán posible la relación entre lo humano y lo divino, lo interior y lo externo, lo mundial y lo cósmico, lo masculino y lo femenino. Para los

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