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V81106liZ8f desde los signos de los tiempos En nuestros días millones de fieles se van ausentando por múltiples causas, cier– tamente, pero sin dejar de aludir al desencanto que les produce la Iglesia, tal como la sienten y la juzgan. Algunos centenares de buenos teólogos, pastora– listas y pensadores católicos han terminado saltando la barrera o siendo condu– cidos al ostracismo, por atreverse a ser críticos. Aún teniendo en cuenta sus po– sibles extralimitaciones, no dejaron de ofrecernos cauces muy acertados para la nueva evangelización. Al perderlos nos hemos empobrecido demasiado. Nuevamente nos ayuda a tocar el tema el Papa Benedicto, cuando dijo, ante un grupo de pensadores cristianos, que "algunos sufren porque la Igle– sia se ha adaptado demasiado a los parámetros del mundo de hoy¡ otros están molestos porque permanece todavía demasiado extraña. Para la mayor parte de la gente el disgusto hacia la Iglesia comienza con el hecho de que es una institución como muchas otras, y como tal limita mi libertad". Pero las críticas a la Iglesia suelen ser muy singulares. No tienen el mismo cariz que las dirigidas a otras instituciones, que son apreciadas decisiva– mente como indeseables. Los que más duramente la atacan lo hacen expre– sando la idea que tienen de ella y de los cánones a los que debería ajustarse para ser lo que todos esperan. Es decir, con sus críticas contribuyen a que la Iglesia sea lo que tiene que ser. Durante el mismo encuentro con intelectuales el Papa aprecia que "la amar– gura contra la Iglesia tiene un motivo específico. De hecho, en medio de un mundo gobernado por pura disciplina y por inexorables constricciones, se le– vanta hacia la Iglesia y todavía una silenciosa esperanza: podría representar como una pequeña isla de vida mejor, un pequeño oasis de libertad, al que de vez en cuando uno se puede retirar". Esta sensación es especialmente palpable en América Latina. En medio de tantos y tan diversos vaivenes políticos, sociales y económicos, la Iglesia es la institución más valorada por los ciudadanos y en la que depositan sin res– quemor su confianza. Mi+■

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