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V. -ANUNCIAR UNA IGLESIA FRATERNA - ANUNCIAR UNA IGlESIA FRATERNA s evidente que la mayoría de las deserciones en el seno de la Igle– sia, las críticas que más habitualmente se le hacen al catolicismo, no provienen del desengaño o desafecto a Jesús, ni de un cuestiona– miento a la doctrina del Evangelio, sino de la misma Iglesia. Ya he– mos aludido a quienes, sin dejar de sentirse cristianos, se consideran "cristianos sin Iglesia". El mismo Benedicto XVI lo reconoce en su libro "La Iglesia, una comuni– dad siempre en camino": ¿Porqué la Iglesia resulta desagradable a tantas personas, y aún a los creyentes, aún a personas que hasta ayer podrían ser contadas entre las más fieles o que, entre sufrimientos, lo son de algún modo todavía?". No se puede negar que en las últimas décadas los ataques a la Iglesia desde los medios de comunicación, y por parte de ideologías, sistemas y grupos muy peculiares, se han multiplicado sin atenuante alguno. Basta el escánda– lo aislado de un sacerdote para que se aproveche la ocasión y se escarnezca a todos. Se pretende provocar el desencanto. Después del Concilio hubo una estampida en la Iglesia. Miles de sacerdotes y religiosos optaron por deshacerse de sus votos, la mayoría con toda ho– nestidad, por considerar que habían sido las circunstancias sociales, econó– micas y familiares las que les habían conducido al seminario o al convento, y no una libre decisión. Mi&■
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