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IV. -ANUNCIAR Al JESÚS DH EVANGELIO -El Dios que nos muestra Jesús Debemos preguntarnos si el Dios que les hemos ofrecido a los hombres es realmente el Padre que ha creado por amor todo cuanto vive y respira, o el juez implacable que no perdona. Pienso que la imagen más común que el hombre tiene de Dios no es la que nos ofrece Jesús. El "padre" que hemos presentado es objeto de rechazo como lo son todos los padres que se muestran irresponsables con los hijos. Esa es la razón por la que se ha ido pasando del interés por Dios a la pasión por el hombre¡ del orden estático a otro en constante evolución¡ de una concepción cristiana y trascendente del hombre a otra simplemente intramundana¡ de un mundo monolítico a otro abierto y pluralista¡ de una manera pacata y escrupulosa de vivir a otra sin frenos¡ de la deducción a lo inductivo¡ de lo vertical a lo horizontal¡ de lo conceptual a lo funcional¡ de lo sacro a lo secular. Si el Dios que le hemos ofrecido al hombre no es padre, no se le quiere. Y, al verse libre de su dominio, lo lógico es organizar la vida como mejor parezca. Sólo una fe adulta, en un Dios que respeta a las criaturas, podrá devolverle al mundo la fuerza necesaria para transformar todas las cosas. Nos lo dice Roland de Pery: "No es el número de incrédulos lo inquietante, sino el número de aquellos que piensan creer en Dios sin jamás haberse preguntado sobre lo que Dios podría decirles. Sin duda hay algo mucho más grave que la incredu– lidad: es la fe que los hombres depositan en un Dios que nunca habló, ídolo mudo que ellos construyen para tranquilizarse, fe que se transforma en la más peligrosa ilusión y que los ateos tienen razón en combatir; fe que es necesario perder, si se quiere encontrar al Dios en cuya palabra es necesario creer". A lo mejor con buena voluntad hemos diseñado la imagen de un Dios y de una Iglesia bien poco parecidas a las que nos brinda Jesús. Al menos así la ha captado el común denominador de los ciudadanos. Sólo con ver algunas películas, abrir la pantalla de la tele, asistir a parodias de calle, podemos percatarnos de la idea que tantos tienen de la religión. Curas glotones y cas-
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