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V811UOliZ8r desde los signos de los tiempos del ropaje de la fe será el gran trabajo pastoral de los hombres de la Iglesia en la nueva evangelización". Ya el Apóstol nos había invitado antes a "revestir– nos de Cristo". Muchos de los que adversan con más ira lo religioso, pueden ser calificados de "resentidos". La vida ha sido tan dura con ellos que ha podido conducirles a ocultar sus sentimientos y a desear para los otros la misma desprotección de la que ellos adolecen. Pero, en el fondo, son los que más anhelan la ter– nura, la cercanía y el consuelo. Parecieran estar siempre esperando a que alguien les libre de sus frustraciones y afiance su existencia. He llegado a una total conexión con un sacerdote anciano, que ha sabido interpretar todo lo que sabe y ha leído desde el corazón. Atiende un santua– rio, en el centro de una ciudad plagada de clérigos. Los fieles dejan su tem– plo parroquial, para ir donde él reza, celebra, confiesa y da una palabra de aliento. Ninguno de ellos parece haberse dado cuenta de las estrategias, de las dinámicas y de los proyectos de sus párrocos. Lo que buscan es a alguien que les muestre a Cristo desde la misericordia, la comprensión, los avatares de cada día. Y este anciano les habla "desde la fe" y la preocupación por la suerte de cada uno. Mi amigo ha sabido abrir la vida de otros a la esperanza porque él mismo espera y cree. "No es fácil explicar y entender qué es la resurrección, nos dice F. Martínez. Sin embargo, el ser humano conserva dentro de sí el instinto de la supervivencia. Se niega a morir del todo o defmitivamente... Lafe en la re– surrección de un Jesús que abre horizontes a todos es alivio, esperanza y segu– ridad para los que buscan, para quienes, abatidos, necesitan una palabra de seguridad". Si nuestra fe en la vida eterna logra contagiar a este hombre de hoy, atur– dido por quienes le invitan al éxito, el poder, la fama y el dinero y, consi– guientemente, frustrado, siempre insatisfecho, podrá ayudarle a hablar el lenguaje del amor y de la seguridad. 19·1