BCCCAP00000000000000000000512

V311UOliZ3r desde los signos de los tiempos A muchos les cuesta aceptar lo que nos hizo saber el lúcido cristiano J. Bau– drillard: "Más que en una época de cambio, estamos inmersos en un cambio de época, en el que tenemos la sensación de que todo lo que es sólido se deshace en el aire". Sin duda, todos estamos perplejos. Incluso los que aparentan serenidad, en medio de tantos y tan vorágines cambios de valoración, de vivencias, de instrucción 1 terminan ofuscados porque no saben a ciencia cierta hacia dón– de pretende llegar el tren, si se detendrá en algún lugar o si proseguirá su marcha sin destino. Socialmente nos enfrentamos a concepciones de la vida, del matrimonio, de las relaciones humanas tan dispares que no resulta fácil llegar a un acuerdo en torno a cuatro o cinco ideas o principios. Al dejar a un lado la forma "sa– cralizada" del discurrir humano, se ha dado paso a otro modo de sacralidad que convierte a la ciencia, la tecnología y la "nueva racionalidad" en pará– metro único, capaz de juzgarlo y valorarlo todo. "La nueva mentalidad científica no se interesa por la profundidad de las cosas, sino que "se centra en aquello que es perceptible por los sentidos, que puede ser verificado experimentalmente", según afirma E. Bueno en su obra "La trans– misión de /aje". De esta ciencia se esperan soluciones para todo. Aumenta el número de los que piensan que el hombre logrará su plenitud y encontrará recetas infalibles sin necesidad de acudir a lo que esté más allá de su alcance. Por otro lado, la razón humana se va sintiendo cada día más segura de sí misma. "La nueva experiencia del mundo, nos sigue diciendo Bueno, se debe a las luces que proceden de la inteligencia humana". Y esta puede llegar a creerse de tal manera suficiente que niegue la existencia de algo superior a ella misma. A la Iglesia se le atribuyen no pocas supersticiones, ritos y ceremonias que a los nuevos estrategas les suenan cuando menos a alienantes. El cristia-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz