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V81100lizar desde los signos de los tiempos Si los que hemos sido llamados a dar a conocer la Palabra, a ser intermedia– rios para que otros la oigan y a presentar el rostro de Jesús, depositásemos nuestra personal confianza en Él antes que en nuestros propios méritos, los frutos serían copiosos. Si solamente acudiésemos a la ira para sacar a los mercaderes del templo y a la misericordia y la amabilidad en todo tiempo, como lo hizo el mismo Jesús, captaríamos a muchos más. Al no familiarizarnos cada día con el Cristo de los Evangelios, con su talante, con su disponibilidad, con su capacidad de acoger a justos y pecadores, a los afectos y a los críticos, fácilmente nos convertimos en presa de la pre– potencia, del orgullo, de la sensación de ser "jefes" y "maestros", con auto– ridad para maltratar, para herir, para ver con indiferencia. No hemos sido llamados a otra cosa que a ser siervos de nuestros hermanos e instrumentos dispuestos a confirmar la fe de la comunidad. -La luz del Resucitado Los Apóstoles siguen a Jesús porque están listos para ir detrás de todo el que les merezca una elemental confianza y una disposición inquebrantable en defensa de la libertad de su pueblo. Jesús los invita a seguirle precisa– mente por la preocupación que les embargaba. Jesús les encandila como líder desde el principio y como instrumento ade– cuado para volverle la dignidad a Israel. Pero, al convivir con Él día y noche, al verlo ponerse en contacto con el Padre, al contemplar los milagros que en nombre de ese Padre hacía, va cambiando su percepción. Para ellos, como para la mayoría de los que le escuchaban, Jesús era un hom– bre que hablaba "con autoridad". Sus palabras eran confirmadas por sus ac– ciones. No exigía a los demás algo que no hubiese cumplido primero Él. Sin embargo, sintieron que aquél "hombre" fuera de serie les había falla– do al no defenderse de las infamias de que era objeto. Cuando comenzó el proceso se escondieron todos, menos Juan que necesitaba acompañar a