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IV.· ANUNCIAR Al JESÚS lm EVANGELIO La razón que dan muchos para alejarse de la Iglesia primero y luego de la fe que se les ha inculcado se fundamenta en el rechazo de un Dios que, tal como se lo ofrecemos, no les brinda alternativa alguna ante la muerte, el dolor, el sufrimiento, la injusticia. El desafío consiste en volver al Jesús que curaba y corregía, que estaba al lado del adolorido y del rechazado. A un Jesús que aprecia la obra del Padre en todo lo que le rodea y no a un Jesús que arroja a todos de su lado con el látigo de la condena. A un Jesús que nos humaniza hasta llegar a ser huma– no con los demás. Desde este Cristo encajan en la vida de todos tanto el dolor como el gozo. Se conciben en todas sus dimensiones, incluso en las que humanamente más repugnan. En este Jesús se aprecia como valor el sacrificio, la donación y el servicio. Desde la ley, la norma y la distancia esos"valores" agobian. F. Martínez comienza diciéndonos que Cristo "es una de las víctimas más des– tacadas de la historia de la humanidad. Mirando aJesús comprendemos mejor a las víctimas¡ mirando a las víctimas comprendemos mejor la historia de Jesús". Me pregunto de dónde han sacado fuerzas los mártires de todos los tiempos que preferían morir antes que renegar de Cristo, y dar la cara por Él antes que huir cobardemente. Y no sólo nos referimos a sacerdotes y religiosos, sino a tantos laicos cristianos que un día también entraron en contacto con el Maestro y decidieron serle fieles hasta el fin. Desde Jesús se pueden entender todos los demás misterios de la vida cris– tiana. El nos lleva al Padre, Él nos envía al Espíritu, Él nos revela a la Iglesia. Alguien ha dicho que "cuando se ilumina el rostro de Jesús, se iluminan todos los artículos del credo cristiano" Permítanme hacerles partícipe de una experiencia personal. Cuando estaba al frente de la Parroquia de Santa Rosalía de El Hatillo (Caracas), amanecía

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