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1111 Vangelizar desde los signos de los tiempos se partícipe de su experiencia; asimilar el modo en que procedió en las diver– sas circunstancias; dejarse guiar por el mismo Espíritu que le inspiró a Él. Los enfrentamientos que la Iglesia oficial tiene con determinados teólogos, pastora listas y cristianos comprometidos, ponen de manifiesto una seria in– congruencia. Los que han roto algunas lanzas, atreviéndose a responder a los desafíos que el mundo le plantea a la fe, son con frecuencia hostigados por la autoridad. Sin embargo, sus argumentos parecen estrechamente li– gados al Evangelio. Insisten en regresar a Jesús, que no ven tan claramente reflejado en la iglesia en funciones. Pero quienes tienen la última palabra prefieren a los que ahora no les dan disgustos, aunque más tarde sean incluso ocasión de escándalo. ¡Cuántos obispos han contribuido al descrédito de la Iglesia con su rigor al apartar de la vida pública a sacerdotes, religiosos y laicos verdaderamente comprome– tidos, aferrándose a los menos conscientes!. Si el Maestro fue cuestionado, ¿deben ellos oponerse a una sensata revisión del proceder de la Iglesia?. Si Mons. Romero no se hubiese conmocionado ante el martirio testimonial del P. Rutilio, ni hubiese escuchado con humildad a Ellacuría o a Jon Sobrino, no sería hoy nuestro mártir por antonomasia y un modelo acabado de entrega a Jesús y al Evangelio. Sin la presencia de estos "profetas" no seríamos capaces de seguir al mun– do para poder iluminarlo. Como todos los profetas serán un día aplaudidos. Pero hoy les toca el repudio, la sospecha y el rechazo por ser justamente incómodos. Los cristianos de América Latina debemos evitar el "eclesiocentrismo" del que nos ha hablado Congar, que propone a la Iglesia como la única maestra de lo que se debe anunciar y del modo exacto como debe hacerse. Cristo es el centro de la Buena Nueva. La Iglesia encuentra su razón de ser cuando anuncia a ese Cristo sin glosas ni inadecuadas interpretaciones. Y ese Cristo también puede ser anunciado por boca del Pueblo cuando se deja guiar por el Espíritu.

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