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IV. - ANUNCIAR AL JESÚS OH EVANGELIO para ateos". Entre otras cosas confiesa: "Si tuviese que vivir en un mundo que pudiese olvidar por completo la causa de Jesús, no querría vivir". E. Bloch también ha reconocido con tanta persuasión su increencia como su admira– ción por Jesús: "Aquí aparece un hombre bueno con todas las letras, en toda la extensión de la palabra, algo que no había ocurrido nunca". Quienes critican agriamente a la Iglesia acuden a Cristo como salida. Lo juz– gan mucho más humano, tolerante y abierto a las necesidades y aspiracio– nes del hombre que sus reglas y sus cánones. "Cuando la figura de Jesús es devuelta a su figura original, comienza a reve– larse en su hondura humana. Ya no es el distinto (que podía amar hasta el lími– te, porque era Dios), sino uno de nosotros, que nos abre el camino, auténtico maestro de la humanidad", dice Garrido. Consiguientemente, lo que se ha de pretender con la evangelización no es que el cristiano sepa lo que hay que creer, sino quién es Jesús para El. Sin este enraizamiento, sigue diciéndonos Garrido, la fe en Jesús, el Cristo, se vacía de contenido real y es ocupado por fórmulas formales. Los católicos más comprometidos de Venezuela se fraguaron en unos cursi– llos de cristiandad, en un retiro espiritual intenso, en los grupos de oración, en la lectura orante y comunitaria de la Biblia. Es decir, desde el contacto perso– nal con Cristo y no desde una enseñanza estereotipada de las verdades de fe. No en vano nos recuerdan expertos del CELAM que: "Toda acción pastoral pro– clama la Persona de Jesús, el Cristo, mediante la palabra, el gesto y el testimonio personal y comunitario. Este es nuestro gran mensaje, nuestro Evangelio: Jesús, el Cristo, es la respuesta a las preguntas más profundas de nuestra existencia'~ -Para que nuestros pueblos en Él tengan vida Imposible dar con un lema más acertado para llevar a cabo la evangelización en nuestros días que el de Aparecida: "Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida".