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vangeHzar desde los signos de los tiempos No le cuadran los monjes ni los eremitas, aislados, enfrascados en sus ora– ciones, fieles a unas reglas que muchas veces les apartaban de la realidad lacerante. El quiere andar entre los leprosos, recostar la cabeza sobre cual– quier piedra para descansar y predicar con sencillez de palabra y según las regiones, frías o cálidas, se lo sugieran. Francisco no acribilla a la relajada Iglesia de su tiempo. Acude humildemen– te a la Santa Sede y, sin cuestionar con palabras el boato que la envuelve, le pide al papa que le permita vivir el Evangelio al pie de la letra. A pesar del desprecio con que algunos prelados lo miran y lo tratan, el Pontífice entien– de que no puede prohibirle que quiera vivir el Evangelio. Apegado a Cristo, y éste pobre y crucificado, Francisco emplaza sin ira a la Iglesia e invita a sus pastores a repensar su género de vida. Desde la lectura literal de la Palabra supo lo que tenía que hacer. "Pese a todos sus pecados, defendía a la Iglesia con firmeza, pues la veía como guardiana y depositaria de una tradición que debía preservarse, nos dice Spo– to en "El santo que quiso ser hombre". Demasiado consciente de su propia fragilidad, no había en él ni un ápice de la presuntuosa arrogancia de aquellos que creen estarfuera y por encima de la Iglesia ... Podría decirse que la tomaba en serio, pero no tanto. Quería seguir los pasos de Cristo, no los de un eclesiás– tico, un clérigo o un santo". Un muchacho sin experiencia se atrevió a invitar a la Iglesia a volver a sus fuentes. Escribió poco y hasta se negó por mucho tiempo a dictarles a los suyos una regla de vida, entendiendo que ya tenían la del Evangelio. Pero al aferrarse a Jesús, seguir sus pasos y revestirse de su talante, conmovió al pueblo de Dios e interpeló a sus pastores. Englebert nos dice que "Francisco no hizo otra cosa que seguir las huellas de Je– sús tal como lo retrataba el Evangelio. Sin pretenderlo regresó /aje a su esencia, purificándola de tantas miserias terrenales como se le habían adherido. Su obra Mf!M