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. Vangelizar desde los signos de los tiempos dan a la intemperie, o danzan del timbo al tambo, o son acogidos por los abuelos cuando ya no tienen edad para orientarlos. Un síntoma palpable de la decadencia de esta cultura tecnológicamente muy desarrollada es la incapacidad para reproducirse y subsistir. En nuestros países latinoamericanos la familia, con todas las irregularidades que conlleva, es considerada como el más claro signo de identidad. Pocos se sienten a gusto sin una relación afectiva con los miembros de la estirpe. Si faltan los padres se acude a los abuelos o a los padrinos. Lo importantes es contar con una referencia. Las "parejas de hecho" se llaman entre nosotros "arrejuntamientos". A di– ferencia de aquellas estos han llegado a establecerse con cierta formalidad desde hace siglos. Algunos pueden ser considerados matrimonios naturales. Pero lo más común en nuestro ambiente es la familia incompleta, compues– ta por madre e hijos y, desde hace algunos años, por la abuela y los nietos. Se trata de una familia "matricentrada", tanto si hace el papel de madre la que parió a los hijos como la abuela que los cría. Pocas veces se hace refe– rencia a los padres. Los hijos miran siempre a la figura de la madre y esta a los hijos y no al esposo, si existe, o al hombre que las preñó. -Hechos sociales que afectan a la familia La familia venezolana en general, pero muy especialmente la incompleta, se ha visto sacudida por la emigración de muchos de sus miembros a la ciudad y, dentro de la ciudad, de un extremo a otro. Este fenómeno trae consigo algunas consecuencias que no podemos ignorar si queremos restablecerla. El mundo del trabajo ya no es a escala familiar; el tejido urbano se generali– za; el rol de la mujer sufre transformaciones radicales; la familia se moviliza, a veces de modo intermitente; se pierden paulatinamente las tradiciones, el modo de relacionarse con el otro, y las mismas creencias religiosas, que son sometidas a duras pruebas. lffl

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