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313 hal dos años antes que concluyesse su Cobierno, no la puso en ejecu- cion, desengañado ya del siniestro informe que se le havia hecho con- tra las Missiones, y Missioneros: pues como dicho señor no havia podido, por sus embarazos, visitar la Provincia, con su buen zelo del servicio del Rey nuestro Señor, se dexó llevar de lo que informaron los emulos, y enemigos de las Missiones, y los que querían apoderarse de las tierras, que posseian proprias los miserables Indios, que defendían los Missiotieros: (como consta de los Autos, que se siguieron despues ante el Juez Compositor de tierras, que dió sentencia a favor de las Missiones) piles haviendose introducido los Vecinos de San Phelipe, y especialmente el Escrivano, (que entonces era Francisco de Viñas) has- ta las mismas casas de los Indios, haciendo rozas, y talando los montes Para sus sementeras, ocurrieron los Indios al Prefecto, que entonces era Fray Salvador de Cadiz, para que los defendiesse; y no atreviendose este a hacerlo, por escusar lifis, y calumnias, coriclufda su Prelacía, tomó la mano, movido de caridad, y como quien havia visto ocularmente el per- juicio, que se hacia a aquellos miserables Indios, Don Ignacio de Lopere- na, lactor, de la Real Compañía Guypuzcoana, que fue de la Ciudad de San Phelipe, y con poder que tenia de las Missiones, pareció en Juicio, y alegando lo que convino, se dió Sentencia a favor de las Missiones, am- parando a los Indios en La possesion de sus tierras, y en la legua que el Rey nuestro Señor les concede. CAPITULO XXVI, IRosIuub EL MISMO ASUNTO Y DECLÁRANSE OTROS NUEVOS sut21M1nNTos DE LOS MISIONEROS. 152. Sentidos de esto los expressados Vecinos de San Phelipe, bol~ vieron a renovar cintra los Missioneros su encono, por medio de un Juez Comissionario, llamado Gabriel Baptista de el Campo, quien, por los fines torcidos, que en este Manifiesto se omiten, y con el pretexto de un delin- quenfe, (fugitivo de la Fortificación, o Castillo del Puerro de Cabello) que se havia refugiado, (no en el Pueblo, sino es en la Iglesia de la Missión de nuestra Señora de el Carmen) influyó al Excelentísisrno Señor Governa- dor Don Gabriel de Zuloaga, contra las expressadas Missiones, con el animo depravado, de quitar de aquellos contornos a los Capuchinos, tes- tigos oculares de sus depravadas operaciones, contra Dios y el Rey nues- tro Señor; y llevado de este int'luxo dicho Señor Excelentfssimo; siendo así, que en cerca de ocho años, que gobernaba esta Provincia, no havia

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