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149 4. Como vinieron los nuevos huespedes tan solapados, y cubiertos con el pretexto de Religion, no llego el Santo Padre a discurrir, la malicia, que rraian en sus corazones; aunque brebernente entró en alguna sospe- cha, por ver sus semblantes rne!ancolicos (que con facilidad se les mani- fiestan en ellos los afectos interiores del animo) y de ay tomó motivo, pa- ra mas, y mas exonlarlos a la perseverancia en el bien, y procuró agasa- janlos mas. En esse interin, del brebe tiempo que assistieron en la Pobla- clon, hizieron quanfo pudieron para pervertir a los denlas, y con notable dissimulo, para que se fuesen con ellos a los montes. No empero lo pu- dieron lograr por esse medio; pero lo lograron por otro, que para ruina de todos les sugerió el Demonio, qual fue matar al Santo Padre, para obli- garlos con esso, por el temor del castigo, a desamparar la Poblazion, Siendo ya este su designio, y vnica resolucion, aguardaron los cllevossos a que llegase el bendito Padre a hazer su vissita ordinaria que acostum- bran todos los Missionarios por todas las cassa de ayer dicho Missa, por si ay enfermos, que consolar, o pleyt6s que componer, o se ofrece otra cosa que remediar. Llegó a ir cassa donde estavan slhojados los malditos huespedes, y los halló muy tristes, y taciturnos, . Apenas los vió assi, quando juzgó que tenian meditada la fuga: exortolos con la mayor eficacia que pudo a que no se bolviessen a sus vi- cios, y a que fuesen agradecidos a Dios, y perseverasen con los dernas, para que haziendose christianos, y viviendo bien, gozasen despues de la gloria eterna, A estas y a otras muchas razones con que los exortó, no respondieron palabra, y se estubieron sentados, y cabizhaxos, hasta que los dexó. Era ya hora de medio dia, y el Santo Padre se hallaba necessi- tado de yr a tomar su pobre refeccion: a cuya caussa se despidió delios, y se encaminó a su cassilla, que estaba cerca. Apenas bolvió las espaldas, quando se lebanfaron los barbaros, enristraron los arcos con las flechas, y como vnas furias infernales se conjuraron contra el, diciendo avocas: Ea muera, muera este, y le dispararon muchas flechas, vna de las quales le alravessó desdi la espalda hasta el pecho. Viendose mortalmente ben- dTve jdo copiosa sangre de tantas heridas, fue prosiguiendo los po- cos pasos que le faltaban, para llegar a cassa; haziendo muchos actos heroycos, e invocando el dulcissimo Nombre de Jesús en su ayuda. Cono- ció, que muerto el avian de passar a darle la muerte a vil Niño, que le ha- zia compañia, y le ayudaba y pata prevenirle, aceleró algo el passo, eor- tandole a que se dispussiese, y sacriflcasse a Dios su vida. Al margen.=Martynio de Manuel de Vera, Niño de siete a ocho años. 6. Como el Niño le vió tan 'gravemente herido, y que los agressores se azercaban a la cassa, se retiró a vil apossento, donde estubo hasta que acabaron de matar al Venerable Padr, dandole fuertes cuchilladas con los cifanges de madera, que vssan, y tambien disparandole muchas saetas.

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